La lectura de Los orígenes de las maneras de mesa, obra de Claude Lévi-Strauss perteneciente a su serie de Mythologiques, permite adentrarse en la perspectiva estructuralista para ver en práctica la metodología de esta corriente que busca demostrar cómo las culturas presentan las mismas estructuras sociales, las mismas contraposiciones, bajo distintas modulaciones. Así, el autor comprueba en este libro la reproducción base de un mismo mito en asentamientos humanos muy distanciados entre sí, enfocándose específicamente en las culturas pre-coloniales del continente americano, donde el héroe de nuestras historias profetiza la fertilización in vitro al embarazar ranas apuntándoles con su falo, y, como en el punchline de un chiste para boomers, vive el resto de su vida con la mitad superior de una mujer pegadiza abrazada a su espalda mientras roba su comida.
Dicho esto, se ha de tener en mente que «la oblicuidad es la marca registrada del estructuralista», como afirma Guy Davenport, y la expresión “maneras de mesa” no aparece por primera vez sino hasta la página 261, cuando es mencionada de paso. Por ello, en lugar de dar cuenta de los más de 300 mitos a los que el autor hace referencia, resaltamos un relato destacado por Davenport en su impresión del volumen, concebido por Lévi-Strauss como una variación norteamericana del mito base: «Sol y Luna, viendo un día hacia la tierra, decidieron escoger esposas de las criaturas de debajo. Luna escogió a una doncella, pero Sol, quien no gustaba de las miradas entrecerradas de las caras humanas cuando volteaban a verle, escogió una rana […] El festín de boda fue un agradable desastre de tripas de búfalo. La esposa india masticó las suyas con un fino ruido de chasquido y fue admirada. La pobre Esposa Rana ni siquiera supo qué era la comida y qué era el fuego debajo. Agarró un pedazo de carbón, lo chupó, y dejó baba negra correr por su barbilla. Esto asqueó a todos. Luna estaba zumbona. Esposa Rana saltó en su cara y se quedó allí, como las mujeres pegadizas en el mito Suramericano».
Esta narración mitológica es ejemplar para observar, de acuerdo al punto de vista estructuralista, indicios de las bases sistemáticas que permiten señalar las costumbres de mesa como un punto que separa la civilización de la barbarie.
Sin embargo, cuando por fin llegamos a rastras al punto en que se señala de manera explícita el vínculo del mito a los modales de mesa, en la página 409, la atención del lector se ha desplazado ya inevitablemente de un interés antropológico a uno filiológico, y no en el sentido de una sociología de la amistad, tal y como lo demuestran los artículos “Amplexo - Wikipedia”, “frog yaoi yuri download - Búsqueda de Google”, “Is Kermit the Frog Hot? - Quora” en nuestro historial de búsquedas de Chrome, el último de los cuales describe adecuadamente a la rana Gustavo/Kermit/René como “quite suave and sophisticated, but sort of naive and a little awkward [...] despite a lack of wavy locks, he was considered handsome”; hecho que incitaría a cualquier persona a pensar nuevamente los límites delineados para empezar a moverse por el post-estructuralismo.
De cualquier manera, el efecto que la obra de Lévi-Strauss tuvo sobre el mundo intelectual en general fue inconmensurable, no sólo sentando las bases de un sistema de pensamiento que de por sí resulta en gran medida coherente así como útil desde una diversidad de perspectivas y aplicaciones, sino incluso plantando las semillas para una superación que él mismo pudo empezar a vislumbrar. Particular y personalmente, este libro me hizo ser 63,34$ más pobre —cantidad coincidente con el precio de Fed on by the Frog de Astera Maywood y un “Deluxe Frog Costume for Adults Frog Bodysuit and Headpiece for Men and Women” de Amazon, sin contar el envío—, aunque, más allá del desprecio que las personas muestran al entrar en mi habitación y ver mi colección de plushies de ranas, en un nivel más profundo comprendo ahora mejor la satisfacción existencial de la vida contemplativa en relación a las estructuras que subyacen al pensamiento. Mi psiquiatra lo llama “parafilia”, yo lo llamo “buena vida”.
De no sentir remilgo por la infantil actitud de calificar obras literarias con una cuantificación numérica —como hago sin falta alguna en Goodreads—, y de querer por ninguna necesidad otorgarle una valoración digna de los modales de mesa a esta obra de Lévi-Strauss —aunque en realidad ni siquiera la terminé y salté varias de sus partes—, en un ránking de 1 a 5 cucharas le daría 3,5 tenedores.
Wilhelm, viernes 15 abril 2022